27 abril, 2006
por admin
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Bien, nos quedamos por el tercer día en Berlín, así que ahora toca el cuarto.
Lo primero que fuimos a ver fue un trozo de muro que han dejado en Berlín, me parece que tiene unos 4 km. Fue bastante interesante porque lo primero que hicimos fue coger el metro en Berlín.
Yo tenía ganas de coger el metro de Berlín, porque me parece que es de los más antiguos de Europa y la verdad es que no me decepcionó, hay sitios por los que el metro en vez de ir subterráneo va sobre la superficie (es decir no sobre el suelo, sino elevado), y hay muchas estaciones que son antiguas y tienen elementos de la arquitectura del hierro de principios del siglo XX, decoraciones con ladrillos, en fin, bastante interesante.
Bueno, íbamos por el muro, estuvimos dando un paseo por el Muro, desde el principio del trozo que han dejado hasta el final, vimos algunas pinturas que las habían restaurado, otras que no estaban restauradas, etc.
La verdad es que el muro daba una sensación de frialdad, de aislamiento, en fin, un poco desagradable.
Después llegamos al río, vimos un puente, volvimos a coger el metro y continuamos paseando en las cercanías del museo judío, donde aprovechamos para comer, en un restaurante turco, que tenía buffet libre, ja, ja que divertido, eso de poder coger tantos platos como uno quiera y poder probar tantas cosas diferentes, y encima, de postre, arroz con leche.
Luego el grupo se dividió en varias partes: Yo quería ir a ver Charlotenburg, así que me fui con ese grupo, hubo otros que se fueron al zoo y no sé si hubo un tercer grupo (me parece que los italianos también tiraron por su lado)
Así que volvimos a coger el metro (había que aprovechar el bono del día que habíamos comprado), entonces nos pasó una cosa muy graciosa:
Entramos en el metro en plan español, hablando alto, y tal, y había dos personas sentadas en el vagón, le dice una a la otra en inglés:
«Mira, españoles, como tú».
Y le responde (también en inglés):
«No, yo soy catalán, que somos diferentes, tenemos otra cultura, etc.»
Entonces Jose (Córdobaman) no se calla y le dice (también en inglés):
«Oye perdona, que éste que viene con nosotros es de Barcelona (Albert)»
Entonces empezaron a hablar el catalán con Albert.
Yo que no me había dado cuenta de lo que había sucedido, porque había entrado por otra puerta del vagón y estaba en mis cosas, ví que entró un guiri (nombre cariñoso con el que llamo a los alemanes) y estaba cabreado porque el metro llegaba tarde, así que le dije a la mexicana que venía con nosotros
«¿Le hago una foto al guiri para cabrearlo?»
Esto lo oyó el catalán, y le hirió en su alma, saltando (en castellano):
«Hombre, no es para tanto»
Entonces ví que había metido la pata y opté por callarme, sin saber qué había pasado, luego cuando nos bajamos del metro me lo explicaron, y nos reímos un rato.
Bueno, en fin, tampoco fue para tanto al final.
Finalmente llamagos al palacio de «Charlotenburg», que era el palacio donde vivía el Rey de Prusia y posteriormente el Emperador de Alemania hasta el fin de la I Guerra Mundial, a mi me recordó mucho al palacio de Nynphenburg de Múnich.
Bueno, pues después de hacer algunas fotografías (Rubén ha colgado alguna), nos volvimos para la zona del zoo para reunirnos con el otro grupo. Cuando estuvimos todos juntos nos fuimos a ver la iglesia «Kaiser-Wilhelm-Gedíchtniskirche» que fue destruída en la II Guerra Mundial por los bombardeos aliados y la han mantenido así como recuerdo de la guerra. Aunque eso sí, aprovechamos que había un Dunkin Donuts para tomar la merienda (Al final iba a terminar aborreciendo los donuts…)
Después nos dimos una vuelta por la zona donde había muchas tiendas y compramos algunos recuerdos de la ciudad (tazas, camisetas, postales, etc.)
Como no parábamos de inventar, a Rubén se le ocurrió ir a visitar un cementerio (yo también me quedé sin hablar), en fin, menos mal que el cementerio estaba cerrado, aunque ya aprovechamos para comer por el barrio al que habíamos ido.
Y después vuelta al albergue a dormir, que ya era muy tarde y al día siguiente no se podía tontear que había que volverse para Darmstadt. Eso sí, en el último trayecto en el metro me encontré con un cartel de publicidad que me gustó mucho: Turismo en Andalucía.
Y creo que, poco más o menos, eso fue todo el cuarto día.