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Blog personal de José Ramón Martínez Pérez.

De casa rural a Moraleda de Zafayona

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Como avisé la semana pasada, aunque pareciera increíble por la poca antelación, al final conseguimos irnos de casa rural este fin de semana.
El viernes por la tarde, con un poco de retraso fuimos a comprar al Mercadona, la gigantesca lista que habíamos preparado la noche anterior en el Colmado (Aquí están las cuentas para la posteridad).
Tras darle muchas vueltas al Mercadona, llenar tres carros y pagar una lista más larga que un día sin pan, cargamos los coches y nos fuimos a casa a cargar el equipaje. Todavía no sabía si irme en coche o en moto… ¿Llovería o no llovería? Al final por si acaso, decidí dejar la moto en casa y dejar que me llevaran, más cómodo, aunque al final no llovió en todo el fin de semana.
Los primeros que llegamos fueron los Ivanes en el coche de Iván y Mario y María conmigo de paquete. Después de encontrar el ayuntamiento de Moraleda tras preguntar unas cuantas veces, seguimos el camino (con tres o cuatro cruces) hasta llegar a la casa.
Es un poco diferente a lo que nos esperábamos: No era una casa antigua como la de Torres o la de írgiva, sencillamente era una casa moderna, un chalet decorado al estilo rústico.
Después de descargar las cosas y desempaquetar algunas cosillas, para hacer tiempo, empezamos a jugar a las cartas, mientras esperábamos que fuesen llegando los demás, y picoteando un poco (bastante) salchichón de Hermusán, que luego pasaría su factura, no por su calidad, que estaba riquísimo, más bien por su cantidad.
Tuvimos que bajar a por Monti y familia, a por Emilio y Zafra y al final de la noche a por Quino e Inma. Ya estábamos todos para la primera noche…
Preparamos una cena fría con bastantes cosillas para picar. Por la noche, mientras tomábamos algo más, no se nos ocurrió otra cosa que jugar al bingo… aunque incluso llegué a cantar un bingo. Es que cuando las cosas vienen fáciles.
El sábado nos intentamos levantar temprano pero fue difícil con la resaquilla: ?Teníamos programada una partida de Paintball! que creo que merece entrada a parte.
Cuando volvimos a la casa, habían llegado ya Ana y David y Dani y su novia. Ya era hora de preparar la comida: patatas a lo pobre con algún huevo estrellado, todo riquísimo, y con lo que sobró se lo dimos a alguno de los graciosos gatillos que había por allí.
Por la tarde, pese al cansancio, conseguimos hacer alguna cosilla, jugamos un poco a las cartas (un sano Póker, que nunca hace daño), al Cluedo, y mientras tanto Inma nos preparó la merienda: galletas con chocolate y vainilla, que ricos están estos dulces…
Al poco llegó la hora de la cena, justo cuando llegó el Rubio, directamente desde Málaga, y empezamos a preparar fuego (con leña de Martos, que la de allí costaba 60 ?) para hacer gambones y chuletillas de cordero, y después de cenar, sentados en torno a la mesa tomando alguna cosilla, hasta que llegó la hora de dormir, el sábado antes que el viernes que estábamos muy cansados.
El domingo, después de desayunar nos fuimos a dar una vuelta al campo, en principio a buscar setas, pero menos mal que habíamos comprado comida, porque lo encontramos daba para poco y eran algo dudosas
íbamos a preparar migas para la comida, así que bajamos al pueblo para comprar pan y vuelta a la casa. Empezamos a preparar las migas, recordándonos en todo momento del chicste del pan que habla.
Después de muchas horas de darle vueltas a las migas, con la colabración de muchos, (hasta el Rubio se asomó…)
Nos comimos los platos bien colmados de migas, reposamos la comida, hasta que se hizo hora de dejar la casa, lo recogimos todo, tal y como nos encontramos la casa, y rumbo en coche, de vuelta a Martos.

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