El otro día vi en el canal TCM una gran película de 1962: «Días de Vino y Rosas«, dirigida por Blake Edwards (El Guateque) y protagonizada por Jack Lemmon.
Joe Clay (Jack Lemmon) trabaja como relaciones públicas en Nueva York; básicamente él se encarga de organizar fiestas para empresas, para así introducirlas mejor en el mercado, aumentar sus contactos, etc. Él se encarga de buscar chicas, reservar locales,… y a raíz de eso sale y alterna mucho.
Conoce a la secretaria de uno de sus clientes, Kirsten Anudsen (Lee Remick), una buena chica, poco amante de las juergas, aunque un poco comedora compulsiva de chocolate.
Joe se molesta cuando llega a su casa un poco achispado y su mujer no le acompaña en esos momentos, aumentando cada vez más las diferencias entre ambos, por lo que la convence poco a poco para que beba y le acompañe en casa en el mismo estado en el que él llega.
Poco a poco se van dando más y más la bebida, hasta que empiezan a aparecer los problemas: él pierde el trabajo y los nuevos que encuentra no es capaz de conservarlo más allá de unos pocos meses, mientras que ella cada vez tiene más dificultad para mantener la casa e incluso en una ocasión llega a prenderle fuego al apartamento.
Convencidos de que tienen un problema con el alcohol, deciden irse una temporada a casa del padre de Kirsten para alejarse del alcohol, y tras unos días alejados del alcohol, una buena noche deciden tomar una cosilla… sin poder llegar a parar y organizando un buen desastre.
Tras esto Joe, decide reconocer que tiene un problema y cortar el problema por lo sano: decide apuntarse a Alcóholicos Anónimos, que le ayudan a dejar el alcohol; sin embargo su esposa no está dispuesta a reconocer que tiene un problema: Es más feliz bebiendo, por lo que deja a su familia para continuar su vida de borracha.
Un relato estremecedor sobre los problemas que el alcohol (y en general cualquier adicción) pueden acarrearle a cualquier persona, increíblemente bien narrada y plenamente actual.