El segundo día de nuestras vacaciones en Nápoles fue el que elegimos para ir a visitar Pompeya, el motivo principal de nuestro viaje al sur de Italia.
Aprovechamos que se podía coger el tranvía casi en la misma puerta del hotel, cerca del puerto para que nos acercara hasta la Plaza Garibaldi donde está la estación de trenes y coger el Circumvesuviana. Con el mismo billete que pudimos comprar en un estanco para el tranvía, pudimos coger el tren hasta Pompeya.
El barrio donde se encuentra la estación de trenes no es muy bonito, por lo que tampoco merece la pena pasar mucho tiempo visitando la zona.
Después de esperar unos 15 minutos el tren, partimos hacia Pompeya, en un viaje que no llegó a 30 minutos. Nada más bajar del tren, nos encontramos con los primeros puestos donde venden limones gigantes y las casetas de las visitas organizadas. Nostors nos fuimos directamente a las taquillas del recinto arqueológico, y después de pagar religiosamente el precio de la entrada, pasamos por el control y entramos al recinto de Pompeya por una de las entradas de las murallas de una época anterior a la romana, y empezamos a pasear por las mismas calles que construyeron nuestros antepasados hace más de 2000 años.
En seguida llegamos a la zona central de la ciudad: El foro y los edificios públicos donde pueden verse los restos de una basílica, templos y algunas construcciones que podrían asemejarse a nuestras oficinas actuales.
Luego empezamos a callejear por una zona trasera al foro, por unas pequeñas calles, muy estrechas y donde podíamos asomarnos por las puertas de muchas villas viendo las entradas, los mosaicos, los patios, columnas,…
Cerca, paseando, llegamos hasta el teatro (el mayor de los dos que se conservan en Pompeya), donde se puede disfrutar del escenario, las gradas e incluso en los mármoles de la parte baja todavía pueden apreciarse las marcas del cantero de haber cortado la piedra. Realmente impresionante.
Desde allí llegamos hasta el segundo teatro y algo menor que el primero, pasando por una pared, donde sobre el estuco quedaban los restos de un grafiti… de hace 2000 años.
Después fuimos callejeando hasta que llegamos a una zona donde estaban las villas, con sus bajos exteriores alquilados para montar las tabernas, el barrio de las profesiones, y la villa de los tintoreros que se puede visitar, donde se pueden ver las balsas para limpiar y tintar la ropa.
Numerosas villas con sus tabernas y molinos que se pueden visitar y por las calles propaganda sobre los estucos, para las próximas elecciones.
Salimos por otra puerta de la ciudad, que daba salida a una necrópolis, donde se pueden ver los enterramientos de familias que tuvieron que ser importantes en la ciudad, sus inscripciones, así como estatuas funerarias.
Volvimos a entrar en la ciudad por otra puerta, donde pudimos ver los patios traseros de algunas grandes villas que tenían plantadas viñas para la producción de vino. No vivían mal estos romanos.
Paseando llegamos hasta un edificio de entrenamiento deportivo para los jóvenes, junto al anfiteatro .
El siguiente edificio que fuimos buscando fueron los baños, una de las construcciones más espectaculares y mejor conservados, desde mi punto de vista, bóvedas de medio cañón, y decoraciones clásicas policromadas, un molde de yeso de un cadáver nos permite hacernos una idea de cómo fueron los últimos momentos para muchos pompeyanos, así como ver la ropa que llevaban (Dentro de cada molde de escayola está el esqueleto del indificuo en cuestión).
Varias salas más componen los baños, caldarium, frigidarium, etc. con piscinas, bañeras, braseros de bronce, e incluso construcciones orientadas al uso cotidiáneo como las hornacinas para guardar la ropa de los usuarios de los baños.
El siguiente edificio al que fuimos y en el que Pedro tenía especial interés era el lupanar, donde unas pequeñas habitaciones con camas de piedra y frescos pintados sobre las puertas hacían más amena la espera.
Se acercaba la hora de comer, y nuestras tripas no paraban de recordárnoslo, así que fuimos a la cafetería que está en una de las casas, donde pudimos tomarnos una cerveza y algo de comida italiana; justo al lado de la cafetería nos encontramos unos segundos baños, quizás un poco más pequeños que los primeros, pero igualmente lujosos y bien decorados.
Después, nos limitamos a pasear por la ciudad, por una zona, ya cercana a los límites de la zona excavada, casas, y calles, algunas con detalles que las hacían más especiales, otras más normales (todo lo normal que pueda ser ver una villa romana de 2000 años en tan buen estado de conservación.
Y a las 5 ó las 6, hora de cierre de Pompeya, que anunciaron por megafonía tuvimos que abandonar el recinto.
Realmente impresionante y espectacular Pompeya, poder ver esas construcciones, esos frescos o esas decoraciones, mucha de las cuales, 2000 años después no hemos sido capaces de igualar, y curiosamente el tamaño de la ciudad y el número de edificios hace la conservación muy complicada, así que vimos restos de vegetación en paredes romanas, goteras sobre mosaicos,…
Al salir del recinto arqueológico hay una gran cantidad de puestos por si alguien quiere comprar algún recuerdo (o postales como fue en mi caso), y nos volvimos buscando el tren.
Al volver a la zona del hotel, y después de ducharnos y descansar un poco, nos quedamos comiendo en un bar cercano al puerto, donde pudimos degustar de una buena cena: en mi caso espagueti con «frutti di mare». ¡Muy ricos!, una buena forma de terminar un día viendo tanta historia.
Pompeya
30 mayo, 2013 | Sin comentarios