30 enero, 2017
por admin
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Estas Navidades, casi de casualidad me encontré con una novela del autor de ciencia-ficción kazajo-ruso Serguei Lukianenko. Me vino a la cabeza que una compañera de trabajo me había hablado de él; y luego investigando vi que era famoso por la serie de novelas de «Los Guardianes».
Publicado en el 2002, el protagonista de Espectro es Martin, un investigador privado ruso, residente en Moscú que reside en un mundo en el futuro cercano, donde una civilización alienígena, llamados «los llaveros», ha creado una red de portales tele-transportadores que conectan la Tierra con otros tantos mundos, habitables o no donde existen civilizaciones o al menos los terrícolas tienen posibilidad de establecer algún tipo de colonia. El único pago que piden los llaveros por usar la red de teletransportación es un cuento que deben contar al vigilante para permitir el paso a la estación.
Debido a la buena imaginación de Martin, y la facilidad que tiene para usar los portales, se dedica a visitar diferentes mundos para resolver los trabajos que les encargan sus clientes. Después de regresar de una misión rutinaria, contratado por un marido para encontrar a su esposa; llega un nuevo cliente: Ernesto Semiónovich, un rico empresario ruso que ha perdido a su hija de 17 años; por alguno de esos mundos; por lo que Marin comienza su búsqueda; comienza por un planeta llamado «Biblioteca», un mundo de una civilización desaparecida donde quedan unas columnas con un alfabeto que científicos intentan descifrar desde hace milenios; allí encuentra a Irina, que acompañada de homres y de ciudadanos de otra civilización, los gueddards, acompañados de sus mascotas, los khannan; precisamente una de esta mas cotas mata a Irina. De vuelta a la tierra un tanto desanimado, Martin encuentra unas pistas algo extrañas, que le encaminan hasta el planeta Padrera II, un planeta colonizado por estadounidenses donde han copiado el oeste de los westerns; y de nuevo se encuentra con una copia de Irina. Algo sorprendente, aunque nuevamente muere en un absurdo accidente.
De sucesivas formas, en vueltas a la Tierra y nuevas pistas descubre que se crearon siete copias de Irina cuando pasó por el portal; lo que le lleva a visitar los planetas de Arank, habitado por una civilización tecnológica y moderna (más que la terrícola), Marge, donde habitan unos seres inteligentes, marsupiales con una vida de seis meses y que transfieren parte de su memoria a sus descendientes; Bezzars, un país donde el agua tiene la particularidad de tener una tensión superficial enorme lo que hace que sólo puedan habitar amebas que han evolucionado hasta tener inteligencia; estas amebas de la misma forma fueron creadas por una civilización anterior que avocada a la desaparición decidieron crear algún ser inteligente que pudiera seguir habitando el planeta. Shealy, un planeta habitado por unos pájaros dotados de raciocinio sólo durante su infancia y que al pasar a ser adultos renuncian a ella voluntariamente para tener una existencia más sencilla; y por último Talismán, un planeta que modificado por una civilización anterior contiene una capa de niebla que transforma la radiación solar en electricidad que usan en sintetizar materia en unas cajas mágicas que muchos humanos se encargan de explotar; en cada uno de ellos encuentra una copia de Irina, convencida de un plan superior por parte de los llaveros, y que ya practicaron en el pasado con funestos resultados.
Todo esto mezclado con la participación de los servicios secretos rusos, que se encargan de supervisar la investigación de Martin; aunque en un futuro cercano la organización política en la Tierra sigue siendo la misma que la actual.
Una entretenida novela; no es ciencia ficción dura como la de Arthur C. Clark, pero interesante, ameno y bien escrito, y nunca viene mal leer este tipo de ciencia ficción, tan diferente al que estoy acostumbrado.