Tras ver Prometheus y enterarme que Ridley Scott estaba preparando una continuación de la saga, estaba deseando de ver el resultado, que no me ha defraudado para nada.
Covenant (en inglés, pacto) fue estrenada a principios de este 2017, protagonizado por Michael Fassbender en el papel de «David», un androide que se encarga de controlar la nave «Covenant» en su ruta hacia el planeta Origae-6, donde planean establecer una colonia terrícola; para lo que llevan 2000 colonos, 1140 embriones y la tripulación de la nave. Durante la carga de baterías una tormenta neutrónica daña la nave, por lo que la tripulación es despertada. Ante la nueva situación, reciben una emisión de radio, aparentemente humana y descubren un planeta habitable; por lo que cambian de planes y deciden aterrizar para explorarlo. Allí surgen las primeras contaminaciones, esta vez con unas esporas que evolucionan en una especies de Alien, blancos y de menor tamaño, no tan agresivo como la otra criatura, pero igual de mortal. Un encapuchado, David, el androide superviviente de la anterior entrega los salva y los lleva a la ciudad de los antiguos «ingenieros»; los personajes que aparecieron en Prometheus.

Una vez allí descubren las instalaciones de David y sus aficiones con la Ingeniería Genética para mejorar el virus de los ingenieros en busca de la criatura perfecta, que dará por origen al Alíen.

Como en la anterior entrega, Scott no defrauda, una historia y trama un tanto discutible, muy filosófica, pero con unos efectos especiales y una puesta en escena que no dejará a nadie indiferente.