15 octubre, 2020
por admin
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Greyhound ha sido una de esas películas que se han estrenado este atípico año del 2020 y que no nos hemos atrevido a disfrutar en el cine; aunque desde luego hubiera merecido la pena.
Protagonizada por Tom Hanks; en el papel del capitán de barco Ernest Krause, que al mando de un destructor de la clase Fletcher, encargado de proteger un convoy aliado desde los Estados Unidos hasta el puerto de Liverpool.
Cerca de las costas de Estados Unidos y de Inglaterra, los convoyes estaban protegidos por la fuerza aérea a bordo de sus hidroaviones Consolidated PBY Catalina; pero estos aviones no tenían autonomía suficiente para hacer todo el trayecto entre Europa y América; lo que dejaba una zona en el centro del Atlántico norte sin protección aérea: eran los destructores (y más adelante los portaaviones de escolta) los responsables de defender a los cargueros y transatlánticos de los ataques alemanes.
La técnica usada por Alemania en la Batalla del Atlántico fue la conocida como «manadas de lobos»: los submarinos patrullaban la zona de tránsito en el Atlántico y cuando descubrían un convoy radiaban la posición y el rumbo a sus compañeros para acudir a la cacería; mientras seguían el convoy a distancia.
En ese contexto histórico se desarrolla la historia; justo cuando el capitán Krause recibe el mando de su nuevo y flamante destructor, tras una pequeña formación en el Caribe pasa a la crueldad del Atlántico Norte, el USS Keeling que custodia un convoy junto con otros dos destructores británicos. Los destructores son barcos ligeros, rápidos y maniobrables que les permiten mientras acompañan a un convoy poder moverse entre la cabecera y la cola del convoy protegiendo y haciéndose cargo de cualquier potencial amenaza.
Y justo tras dejar atrás la protección aérea; detectan un submarino a unas pocas millas del convoy, que maniobrando hábilmente consiguen hundir con cargas de profundidad; pero eso es solo el comienzo de unos tres días terroríficos: donde las explosiones de los cargueros surgen de repente en medio del convoy con torpedos lanzados por los submarinos en inmersión sin aviso ni detección previa. Una auténtica locura, que hace que Krause no tenga ni un momento de descanso moviéndose continuamente de proa a popa buscando y cazando las lecturas que le da el sonar y el rádar.
Una película intensa agobiante con un cazador misterioso que apenas si se hace ver; quizás en algunas escenas demasiado kamikaze y obvio; pero algo de propaganda tiene que haber en esta película. De todas formas una muy buena película bélica y marinera.