Esta semana terminé de leerme «Islas a la Deriva»; de Ernest Hemingway; la primera novela publicada de forma póstuma; escrita en Cuba; fue publicada por primera vez en 1970, 9 años después de muerto y en España por primera vez en 1972.
La novela está dividida en tres capítulos principales; siendo el protagonista Thomas Hudson, un pintor que es el alter ego del propio Hemingway. La primera sección, llamada «Bímini», Thomas se encuentra en Bímini, una ciudad en las Bahamas; en los años anteriores a la II Guerra Mundial, y por tanto aún bajo dominio británico.
Thomas vive felizmente junto a la playa alternando sus horas de pintura con visita al bar cercano y sus amigos; siempre pendenciero y peleón, las visitas de sus dos hijos, de sus dos matrimonio lo llenan de felicidad y siempre disfrutando de la navegación y la pesca.
En la segunda parte, Thomas se siente aún más pleno en La Habana, la capital de Cuba, donde colabora con la embajada de los Estados Unidos, pese a haber perdido a sus hijos (dos en un accidente y el tercero en combate en Inglaterra, ya en plena guerra) no es ápice para que Thomas pase los días enteros encerrado en el Floridita; bar que aún sigue existiendo a día de hoy en la ciudad caribeña.
La tercera parte se dedica a la caza y captura de la tripulación de un submarino alemán; que habiendo sido hundido intentan llegar con varios botes, hasta La Habana para poder volver a Europa en algún barco. Un capítulo donde Hemingway intenta justificar las misiones que hizo a coste del erario estadounidense; incluso relata como sueña que sería su muerte ideal.
Una novela de aventuras y viajes, de la experiencia vital que un Hemingway ya maduro quería dejar quizás a modo de epílogo de su ajetreada vida.