Aprovechando estos días de vacaciones, hemos ido al cine a ver la segunda entrega de «Avatar«; 12 años han pasado desde la previa entrega; aunque ahora Disney asegura que a partir de ahora, habrá una nueva entrega cada dos años, alternándolas con entregas de la saga de la «Guerra de las Galaxias».
Continuando la anterior entrega, Jake Sully, ya plenamenta naturalizado como navi (los humanoides habitantes del planeta y aspecto azul), ha formado una familia junto a Neytiri (Zoe Saldaña), sin embargo, la felicidad no siempre es eterna, y una nueva misión militar terrícola, llega hasta la luna, arrinconando a los nativos que se levantan en armas contra ellos; esta vez para combatir contra los nativos y en especial contra Sully, han enviado a una nueva generación de avatares; cuerpos biológicamente como los nativos a los que implantan directamente la mente de combatientes terrícolas; siendo el jefe el que porta la mente de Quaritch (muerto en la primera entrega).
Ante el peligro que implica para su tribu los ataques de los terrícolas, Sully decide huir y esconderse en otra tribu que habita en la luna, los Metkayina, pero su habitat es fundamentalmente acuático en lugaz de arbóreo. Allí la familia de Sully tiene que acostumbrarse a vivir pescando, buceando, e interactuando con nuevos animales, hasta que los humanos vuelven a encontrarlos en su intento por explotar los recursos de la luna.
Toda la película gira en torno a una mal entendida ecología, como si el hombre primitivo no hubiera sido responsable de la extinción de numerosas especies (como nos recuerda Harari en Sapiens), donde se ridiculiza al hombre blanco como responsable de todos los males ecologistas que puedan ocurrir.
Al margen de la temática, es una película con muchos efectos visuales, pese a lo complicado del rodaje al hacer que los actores, procesados por ordenador para su apariencia como navis, lo cual indica la cantidad de efectos especiales presentes en la película.