
Después de dejar atrás la abadía de Saint Wandrille, continuamos marcha buscando la costa; pasamos por otra abadía; también abandonada, y luego reconstruída, donde la antigua iglesia tenía ahora un techo de madera para poder oficiar las misas. Finalmente, tras almorzar por el camino; llegamos al pueblo de la costa que buscábamos: «Etretat«; un pequeño municipio costero muy, muy turístico; donde se puede pasear y contemplar sus bellos acantilados. Aparcamos en un buen parking que había cerca de la playa y fuimos dando un paseo hasta llegar a la playa; una playa de guijarros; a la derecha se veía un acantilado con una iglesia en lo alto; y a la izquierda otro camino serpenteante que subía sobre los acantilados; que invitaba a un agradable paisaje disfrutando de las vistas. Al bajar y volver a pasar por la playa (vigilada aún por un antiguo bunker aleman de la II Guerra Mundial) paramos en una cafetería para tomar un café y descansar, antes de volver a coger el coche y reanudar la marcha; aún eran las 4 de la tarde y todavía quedaba día para visitar más cosas.
