Llegó el Domingo 8 de Septiembre, y el plan del día para hacer turismo era acercarnos hasta el Palacio de Pererhof, (петергоф en ruso; súper fácil).
Decidimos ir en autobús en la ruta que marcaba la guía y que era la alternativa al barco. Empezamos cociendo el metro hasta una estación llamada «Ávtovo» (А́втово en ruso). Una estación de las más antiguas de la red; construido durante el periodo estalinista y muy decorado; por la filosofía imperante en la época por las autoridades gubernamentales.
Al salir a la calle encontramos una fila de autobuses a unos 100 metros y en uno de ellos un cartel que en perfecto cirílico decía «Pererhof». Sorpresa, sorpresa cuando nos montamos y vimos que eran los mismos autobuses urbanos que hay en Cuba, en las provincias, las que allí llaman «Diana». El autobús dio algunas vueltas Antea de salir a carretera abierta, donde vimos algunos grandes bloques de pisos de estilo sovietico.
Tras recorrer algunos kilómetros entre los arrabales de San Petersburgo y la campiña llegamos hasta el palacio.
Entramos por los jardines traseros (si consideramos que los delanteros son los que dan al mar) y tras deambular un poco vimos la cafetería abarrotada de asiáticos y la entrada con la taquilla para el palacio. Entramos y fuimos a parar a la balaustrada junto a la fuente monumental de la típica fotografía del palacio.
Empleamos las siguientes horas el pasear por los jardines; en dirección hacia el embarcadero donde pudimos ver una bonita exposición de los yates imperiales con maquetas de los barcos, uniformes y objetos de uso cotidiano; para luego volver a los jardines y ver los lagos, estatuas y diferentes fuentes que los decoran. Está visto que a estos zares no les faltaba de nada.
En uno de los kioscos del parque aprovechamos para comprar un tentempié y cuando nos casamos de los jardines entramos a visitar las salas de dentro del palacio; salas barrocas muy recargadas llenas de dorados y muebles de época. Lo que viene siendo un palacio sin escatimar en gastos.
Al salir deambulamos un poco más por los jardines, aunque volviéndonos hacia el embarcadero para coger alguno de los barcos que te llevan de nuevo a San Petersburgo. El precio del barco es algo mayor que en autobús; aunque no hay mucha diferencia.
Al llegar al puerto de San Petersburgo vimos un crucero que estaba siendo desmantelado y finalmente nos dejaron cerca del Palacio de Invierno… abrimos la guía y buscamos nuestro próximo objeto: el Palacio Yusupov.
Junto a uno de los canales de la ciudad por fuera no destaca especialmente por su decoración; más allá de que coja una manzana entera. Yusupov fue uno de los nobles más ricos e influyentes de la época del zar Nicolás II; participó en el asesinato de Rasputin; hijo de una prima del Zar y de un empresario de éxito que explotaba minas en Siberia, unía fortuna y buena posición social.
Su palacio es exhuberante; llegando a tener incluso un pequeño teatro dentro de sus instalaciones.
Al salir; aunque ya anochecía nos dimos un paseo por la zona hasta llegar a visitar la Catedral Ortodoxa de la Santa Trinidad. Está visto que en Rusia hay que olvidarse de una ciudad una catedral con España; aunque era tarde y ya estaba cerrada pudimos ver algunas alegorías militares que rodeaban los alrededores.
Por la zona encontramos un supermercado donde compramos algunas cosas para cenar y volvernos al hotel en el metro. Ya estaba bien de maltratar los pies.