Dirigida por Sydney Pollack (fallecido en el 2008) en 1990, y protagonizada por Robert Redford y Lena Olin.
Navidad de 1958; el tahúr Jack Weil (Robert Reford) viaja hasta La Habana desde los Estados Unidos en un ferry regular; allí ya algunas sorpresas con la policía secreta de Batista lo pone en alerta de que la gente se está empezando a poner enrviosa en Cuba por la situación política si bien no le da importancia. Caballerosamente, Jack se ofrece voluntario para ayudar a una bella mujer, la estadounidense Roberta (Lena Olin – La Novena Puerta), para pasar su coche por la aduana.
Una vez allí Jack comienza con su rutina ordinaria: visitar a sus amigos en los casinos y organizar partidas de póker con mucho dinero de por medio; allí en sus noches alternando por diferentes bares y casinos, vuelve a coincidir con Roberta y su esposo; el respetable médico cubano Arturo Durán; de buena familia y posición acomodada y revolucionario contra Batista.
Los últimos días del año 58 empiezan a ser confusos, el gobierno de Batista y su policía empiezan a ponerse nerviosos ante la cercanía de los revolucionarios a la Habana, y empiezan a detener a numerosos sospechosos de simpatizar con los rebeldes; todo acompañado de bellas imagenes de una Habana lejana llena de almendrones, de luminosos y anuncios de empresas estadounidenses que todo fue barrido por la Revolución; todo esto hace que Jack tenga que viajar hasta llegar a Santa Clara para encontrarse con los rebeldes para intentar salvar a Roberta. (Ya se sabe lo que dice el refrán).
Una película con una buena ambientación histórica, que me recordó bastante a «La Ciudad Perdida«, del 2015; si bien esta es más oscura y otra orientación.