Siguiendo desgranando los tesoros de San Petersburgo; decidimos ir en nuestro penúltimo día al «Palacio de Catalina» (Tsárskoye Seló); un palacio mandado construir por Catalina la Grande en el siglo XVIII en estilo Rococó.
Este palacio es célebre entre otras muchas cosas por el perdido salón del Ámbar, y recientemente reconstruido puesto que el palacio fue muy dañado durante la II Guerra Mundial.
Lamentablemente el día que llegamos; el día 10 de Septiembre, martes, era el día que el Palacio cerraba; así que solo pudimos contemplarlo por fuera y pasear por sus enormes jardines.
Primero llegamos hasta la galería Cameron; una galería de corte clásico lleno de reproducciones de esculturas de personajes de la historia de la Antigua Roma y Grecia.
Desde ahí el jardín; los largos, riachuelos salpicados de pequeñas construcciones a modos de sorpresas; con diferentes estilos de decoración se suceden durante varios kilómetros; incluso existiendo una copia en miniatura del palacio principal para los invitados de los zares o una pequeña mezquita en honor de los territorios musulmanes gobernados por los zares.
Aprovechamos para comer en el restaurante que hay a la salida del recinto palaciego para coger de nuevo el autobús y volver a San Petersburgo.
Al llegar a la ciudad era la hora de cierre de comercio; pero nos dio tiempo de llegar a una tienda de Numismatica donde pude comprar alguna pequeña moneda rusa y llevármela de recuerdo para la colección.
Y desde allí fuimos a dar una vuelta por El Barrio del hotel; la zona trasera a la calle Nevsky; e incluso entramos a un centro comercial donde aprovechamos para cenar; aunque la diferencia con los españoles es mínima. Es curioso hasta donde llega esto de la globalización.