Cuando fuimos a Lisboa allá por el 2019, pasamos por una ciudad que anunciaban bastantes veces: «Évora«. Así que el pasado año 2020; aprovechando el espacio entre una de las olas, en octubre; que las fronteras se abrieron para hacer unas pequeñas vacaciones a Évora y vuelta por Guadalupe, en Extremadura.
Salimos el viernes por la tarde y tras unas cinco horas de camino, cruzando Cerro Muriano, llegamos allí anocheciendo. Pasamos bajo el acueducto, y tras callejear un poco con el coche llegamos al hotel. Dejamos el equipaje y nos fuimos a dar una vuelta por el centro para cenar; aprovechando también para probar la cámara de fotos nueva.
Llegamos en seguida a la Plaza del Giraldo, y justo detrás a una calle llena de bares y restaurantes; que también estaban muy animados por celebrarse la concentración motera «Les a Les«.
Nos volvimos al hotel para coger fuerza para el sábado; día en el que nos esperaba una buena caminata por la ciudad.
Lo primero que hicimos fue ir a desayunar a una cafetería típica, decorada con azulejos azules; justo frente a un cuartel del ejército adornado con unos pequeños cañones de campaña; desde allí nos fuimos por el casco antiguo y nos acercamos hasta la Catedral de Évora; subimos hasta los tejados de la Iglesia, para disfrutar de las vistas de la ciudad y sobre todo el Templo romano de Évora.
Tuvimos ocasión de visitar tanto la Catedral; como el claustro y el museo y tras echar un buen rato salimos; y vimos justo al lado el Templo Romano de Évora; o mejor dicho sus ruinas.
Desde allí fuimos dando un paseo hasta llegar a la Universidad de Évora; una universidad centenaria, casi tan antigua como la de Granada y regentada por los jesuitas durante varios siglos.
Y tras pasear por sus pasillos y comprobar que también estaban decorados con los típicos azulejos azules portugueses, llegó la hora de comer y empezó a avisarnos la barriga. Nos fuimos hasta la Plaza del Giraldo, donde nos estamos en una terraza y tuvimos ocasión de probar las migas alentejanas, bastante parecidas a las nuestras, con pan y carne. Muy ricas y reconstituyentes.
Por la tarde fuimos a visitar la Iglesia de los franciscanos y su popular «Capilla de los Huesos»; aunque callejeando nos encontramos con pequeñas iglesias, como la de la Misericordia: completamente decorada con azulejos en su mitad inferior y con pinturas la superior; con una bóveda de medio cañón:
La iglesia de los franciscanos; construida entre el siglo XIV y XV; tiene elementos góticos y renacentista en su portada. Desacralizada prácticamente desde la guerra de los franceses; una de las cosas más curiosas y visitadas De la Iglesia es la «Capilla de los Huesos«; una capilla construida en el siglo XVIII donde para que los fieles recapaciten y se arrepientan de sus pecados; está decorada con miles de huesos procedentes de los encerramientos que había en la propia iglesia.
Tras salir De la Iglesia de los franciscanos dimos una vuelta por la ciudad hasta llegar a un parque cercano donde paramos para descansar y tomarnos un refrigerio y unas fotos en unas ruinas en la zona.
Después cogimos el coche para ir a visitar el acueducto de la ciudad; este acueducto no es romano, como estamos acostumbrado; mucho más moderno: Del siglo XVI; así que primero nos fuimos a las afueras del barro antiguo de la ciudad, por donde entra, viendo como se han aprovechado hasta sus arcos para ubicar casas entre ellos. Luego seguimos el acueducto por fuera de la ciudad donde recorre la campiña; quedan algunos conventos antiguos cerrados y carreteras que lo cruzan.
Y tras eso continuamos nuestra marcha: Próximo destino: Guadalupe.