23 agosto, 2007
por admin
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El martes estuvimos visitando el palacio de Linderhof, de Luis II (para variar), está cerca del pueblo de Oberammergau, donde tuvimos que ir desde Múnich haciendo trasbordo en Murnau. Curioso el trazado que une Murnau con Oberammergau, un tren de cercanías y por una vía sencilla donde me parece que sólo hay dos trenes, uno en cada sentido. Se ve que no es una línea muy transitada.
Llegamos al pueblo de Oberammergau sobre las 12:20 de la mañana, y para ir desde el pueblo hasta el palacio hay que coger un autobús (se puede coger utilizando el Bayern Ticket sin pagar nada más), que salía dos horas más tarde, así que teníamos tiempo de sobra para dar una vuelta por el pueblo y comer. Desde donde nos dejaba el tren no parecía que el pueblo prometiese mucho, pero con andar cinco minutos por la calle principal cambiaba todo por completo.
Oberammergau es un pueblo muy turístico, situado también cerca de los Alpes, y muy conocido por la recreación que hacen de la Semana santa (algo así como la de Fuensanta de Martos), que hacen para conmemorar el fin de la epidemia que sufrieron en 1633, muy típicas son las casas pintadas, vamos, pintar, se pintan todas las casas, me refiero a que llevan unas decoraciones en el exterior muy llamativas, alrededor de las ventanas, o directamente haciendo pintura al fresco sobre la fachada, mejor ver las fotografías, que una imagen vale más que mil palabras.
La iglesia es sencillamente impresionante, cuando uno ve la iglesia por fuera, y ve la típica iglesia de pueblo no se espera que el interior esté decorado de esa forma, ni con esos altares.
De vuelta a la «estación de autobuses» (Los autobuses se cogen en la puerta de la oficina de Correos, justo al lado de donde te deja el tren), cogimos el autobús de las 14:30 que nos llevaría hasta el palacio de Linderhof, como todos los palacios de Luis II, un sitio muy turístico. Una vez compradas las entradas (esta vez no hay guía en español, sólo dan a elegir inglés, alemán o francés) se da uno un paseo por el bosque que rodea al palacio, viendo algún que otro lago. A mitad de camino se encuentra una pequeña cabaña de caza con decoración morisca, y un poco más alante el palacio, fácilmente reconocible por las interminables columnas de gente esperando para entrar.
Aprovechando que todavía quedaba bastante tiempo para entrar a ver el palacio, dimos un paseo por los jardines delanteros, desde donde hay unas vistas muy bonitas del palacio. Una de las cosas que más llama la atención del palacio es su tamaño, después de ver los otros «monstrus» que se construyó este hombre, ver este palacio «tan pequeño» es llamativo. También hay que decir que este fue el palacio que más visitó Luis II (comparado con el de Neuschwanstein que no estrenó y el de Herrenschiemsee que utilizó por 10 días, tampoco era muy difícil de superar el record).
En la visita se enseñan las salas del palacio muy similares a las demás, donde se ven, por ejemplo, el piano que tocaba el rey, la colección de vasos que tenia, un pequeño salón de los espejos que el rey utilizaba y donde dejaba volar su imaginación, el dormitorio con más de 100 metros cuadrados, todo construído con mucho lujo (se ve que este hombre no reparaba en gastos).
Después de la visita, que no dura más de 15 minutos, aprovechamos para dar una vuelta por los jardines traseros del palacio y subir hasta un pequeño quiosco de madera que hay detrás del palacio. También se pueden visitar la gruta artificial con un lago, donde el rey también dejaba volar su imaginación (que manía tenía este hombre con los cuentos…) y otro quiosco morisco, mayor que el primero, aunque nosotros estas dos últimas cosas no las visitamos.
De vuelta a Oberammergau cogiendo el autobús se pasa por Ettal, así que si se dispone de tiempo, se puede escapar uno para ver el monasterio benedictino de Ettal, pero lo dicho, hay que ir con tiempo.
Y cuando llegamos a Oberammergau, de vuelta para Múnich.